Por Sara Alvarez de Lasowski
El término BALOTAJE –préstamo léxico del francés “ballottage” en su acepción actual–, que por mérito de la presente coyuntura en el ámbito político y periodístico nacional se ha rápidamente afincado y difundido en nuestra lengua.
Para empezar, BALOTA y BALOTAJE son términos acuñados y lexicalizados en español desde larga data y figuran consignados de la siguiente manera en el Diccionario de la Real Academia Española, 21a. edición:
BALOTA (del francés ballote) f. Bolilla que algunas comunidades usan para votar.
BALOTAJE (del francés ballottage) m. Amér. Escrutinio, recuento de votos.
Pues bien, de hecho el término BALOTA no proviene originariamente del francés sino del italiano “ballotta”, del italiano dialectal diminutivo de “balla”, ital. “palla”, “pallotta”, proveniente del longobardo “palla”, variante dialectal de la voz germánica (alto alemán antiguo) “balla”, alemán “ball”, con el significado de “bola pequeña o bolilla para votar que se introducía en una caja o urna en votación secreta”. En Italia lo emplea ya con esta acepción el Cardenal Pietro Bembo (1470–1547) en Venecia, y de allí pasa en el siglo XVI a Francia como “ballotte”.
Asimismo, el derivado verbal denominativo “BALOTAR” en español proviene del italiano “ballottare”, “votar o decidir por medio de bolillas o fichas”.
Por otra parte, el término BALOTAJE ingresa al español como galicismo proveniente de la voz francesa “ballottage” con el significado -en esta primera acepción- de “votación por balotas o por bolillas blancas y negras”.
Hasta aquí la historia del término BALOTA su derivado verbal denominativo BALOTAR y, en un nuevo proceso derivativo por sufijación, el sustantivo deverbal BALOTAJE en la primera inserción de los mismos en la lengua española:
Se ilustra lo expuesto con la transcripción de dos testimonios filológicos de máxima autoridad en lengua española:
“Tesoro de la Lengua Castellana o Española”, de Sebastián de Cobarruvias Orozco, Madrid, 1611:
“BALOTA: diminutivo de bala, bala pequeña, bolilla o pelotilla: con éstas blancas y negras suelen votarse los negocios secretos en algunas comunidades como en otras con habas según uso antiguo.”
“Real Academia Española - Diccionario de Autoridades 1726”, ed. facsimilar. Gredos, Madrid, 1979:
“BALOTA diminutivo de bala, lo mismo que pelotilla o bolilla. Esta voz es Toscana en cuyo idioma se llaman así las bolillas con que se vota secretamente en las Comunidades, Congregaciones o Juntas que dicen Balotar por Votar. Trahe esta palabra Cobarruvias en su Thesoro pero en España no tiene uso.”
Desde el punto de vista semiótico, la dicotomía (división en dos partes)de los colores blanco (=positivo) negro / (=negativo) en mecanismos de votación puede observarse aun hoy en la simbología de la “fumata bianca” / “fumata nera” en ocasión del cónclave para la elección del Papa, para anunciar el resultado positivo o negativo, respectivamente, de las sucesivas votaciones.
Pero sucede que en el siglo XIX se produce un cambio semántico en el término francés “ballottage”, que pasa a adquirir el sentido que tiene actualmente en la terminología político-electoral presente, a saber: “segundo escrutinio o segunda vuelta electoral entre los dos candidatos que obtuvieron más votos en el primer escrutinio tras una elección de escrutinio mayoritario con resultado negativo en la primera vuelta, al no haber obtenido ningún candidato el número de votos necesarios para resultar electo”.
Concretamente en el año 1875 en Francia, a comienzos de la 3a. República (18711940), tras el fin de la guerra francoprusiana, se concibe y adopta el mecanismo del “ballottage” o segunda vuelta electoral para permitir el reagrupamiento de fuerzas tendiente a obtener una mayor gobernabilidad.
Nótese que si bien el término adquiere a partir de ese momento una nueva carga semántica, mantiene en su esencia la asociación metafórico entre el movimiento de la bolilla que va y viene, sube y baja, con la movilidad que le imprime el azar al voto depositado por segunda vez.
Es precisamente de esta acepción del término francés “ballottage” (ss. XIX y XX) como “segunda ronda de votaciones en el sistema electoral francés, y por extensión, en los de otros países”, que resulta la actual reinserción del término en nuestra lengua, notoriamente puesto de relieve al presente en nuestro país ante la proyectada implementación de esta modalidad electoral en las próximas elecciones nacionales.
Sara Alvarez de Lasowski
Tan reciente es la adopción en el léxico español rioplatense, que basta recorrer los distintos órganos de la prensa escrita par advertir la natural oscilación de sus variantes gráficas (“ballottage”, “ballotage”, “ballottaje”, “balotage”, “balotaje”) previas a su eventual lexicalización, a las que se agrega en el registro oral la variación fónica según pronunciación a la francesa o a la española. De producirse como es lógico suponer su fijación normativa en nuestra lengua, la adaptación gráfica correspondiente debe ser “BALOTAJE”. con idéntica grafía a la resultante de su anterior proceso de lexicalización al español cu ando el término ingresó por primera vez a nuestra lengua con la primigenia acepción de “votar o decidir por medio de balotas o bolillas”.