3/10/12

Los 50 años de James Bond

. Por Susana Parejas Se podría decir que James Bond tiene dos padres y que ninguno de los dos lo
aceptó tal como es. Por lo menos en su nacimiento. El padre literario Ian Fleming le dio vida, en 1951, en medio de unas vacaciones en Jamaica, más como un pasatiempo que como un proyecto editorial de gran alcance. “Lo escribí utilizando sólo la mitad de mi cerebro, es una cosa tosca”, le dijo Fleming a su amigo el poeta William Plomer cuando le entregó el manuscrito, bajo la condición de que sólo él lo leyera.
 El otro padre, Sean Connery, el que le dio su primera respiración en el cine el 5 de octubre de 1962, en una proyección en Londres, tampoco lo quiso. No sólo le resultaba antipático, además, lo consideraba poco humano e incapaz de verdaderos pensamientos y sentimientos. Pobre Bond, James Bond. “Yo no quería hacerlo, porque me di cuenta de que bien hecho tendría que ser el primero de una serie y no estaba seguro de que quería participar en eso. Yo quería ser libre. Debo admitir con toda honestidad que no creía que fuera a despegar como lo hizo, a pesar de que tenía los ingredientes del éxito: el sexo y la acción”, declaró en 1965, en una entrevista que le hizo la revista Playboy, en plena filmación de Operación Trueno, en las Bahamas. Sin embargo, el súper agente inglés con licencia para matar se vengó con creces. Pudo superar esta aparente orfandad inicial y gracias al cine se convirtió en un mito. Uno, que este año cumple 50 años y que sigue fanatizando a millones de personas en el mundo. Tanto que las 21 películas de la saga lograron estar en los récords Guinness, desde el Dr. No (1962) hasta Casino Royale (2006), recaudaron más de 4.49 miles de millones de dólares en todo el mundo. Casino Royale fue la película más taquillera de la saga con una recaudación de 594 millones de dólares. La película número 22, Quantum of Solace se estrenó en noviembre de 2008, con un presupuesto de 200 millones de dólares aproximadamente (Dr. No tuvo un presupuesto de 1 millón de dólares y recaudó 59, 6 millones), y recaudó 576 millones de dólares, convirtiéndose en la segunda más taquillera. Justamente, en torno a los festjejos por el medio siglo de vida de la franquicia 007 , el próximo 5 de octubre se celebrará el Día Internacional de James Bond, en el marco del estreno del documental Everything or nothing: The untold story of 007, con el fin de recordar el 50 aniversario del primer filme del agente secreto. Los fanáticos argentinos están esperando con ansias el l6 de diciembre cuando se estrene en el país Operación Skyfall, dirigida por Sam Mendes, la película 23 de la saga y la tercera del último James, Daniel Craig (43), tal vez el más oscuro en su personalidad. El “007” volverá a la carga con su cuerpo endurecido a costa de largas horas en el gimnasio contra el villano que será nada menos que Javier Bardem. Pero, a pesar del éxito (y ganancias), como si fuera una maldición, Bond no se lleva muy bien con él. “El papel de Bond cambió mi vida, pero espero poder dárselo a alguien más joven y mejor después del tercer filme, ya que me requiere mucho esfuerzo físico. Llevo un año preparándome para esta película. Ahora mismo entreno seis días a la semana. Lo odio”, dijo un cansado Craig a la revista alemana TV Movie. Así, la vida de Bond transcurre entre odios y amores. Dentro y fuera de la pantalla. Pero aún, entre fans y detractores, la más veterana franquicia de la historia del cine llegó al medio siglo. Vivir y dejar morir. Ya se sabe, dado que se conoce el final de la historia, que el amigo de Fleming no cumplió el pedido y de sus manos el manuscrito fue a parar a las del editor Jonathan Cape, quien, a pesar de tener dudas, publicó la novela. El primer volumen de las aventuras de James Bond, Casino Royale, apareció en Inglaterra en 1953, se vendieron medio millón de ejemplares. Lo que había empezado como una forma de entretenimiento, en medio de arenas blancas y mar más que templado (escenarios exóticos que se reproducen en casi todas las películas), “como un anticuerpo que contrarrestara” el casamiento tardío a los cuarenta y tres años de Fleming, se convirtió en un ritual que no sólo construyó el mito Bond, sino que aportó millones de dólares a su autor y sus herederos. Y a todos los que apostaron sabiamente por el agente, que muchos consideran cínico e inescrupuloso y por demás mujeriego, pero que llegó a competir con Los Beatles, como el personaje inglés más famoso de la modernidad. El agente secreto del MI6 británico, cobró tanta popularidad y tanta vida, que hay muchas personas que creen que existe en realidad. Ficción y realidad. Lo que muchos, tal vez, no saben es que sí existió un James Bond, pero nada tenía que ver con el espionaje. El verdadero dueño del nombre en que se inspiró Fleming para el personaje del 007 es el del autor del libro Aves de las Indias Occidentales. “Quise que tuviera el nombre más opaco posible. Y ese nombre me agradó, lo saqué de una de mis ‘biblias’ en Jamaica, un libro escrito por un distinguido ornitólogo americano”, reconoció el propio Ian. Como un guiño a este hombre que donó sin saberlo el nombre del más famoso espía, en la película 20, aparece el libro en una escena en La Habana. Fleming, quien por ese entonces ejercía la profesión de periodista, escribió 12 novelas, y varios cuentos cortos. Una por año, siempre en el paradisíaco entorno de su casa “Goldeneye”, en la isla jamaiquina. Como su álter ego, Bond, tenía todo lo que le faltaba o le hubiera gustado ser al escritor, que compartía varias cosas con su personaje: había pertenecido al servicio de inteligencia naval británico y era parte de una familia distinguida de Gran Bretaña. A los dos les gustaban el golf, la natación, los buenos vinos y las mujeres. Odiaban el trabajo de oficina y desplegaban su actitud de don Juan. “Algunos fragmentos de mí mismo se deslizaron indudablemente dentro de él: caprichos y deseos, predilecciones y aversiones, pero él es más valiente que yo, considerablemente más apuesto, y come con un entusiasmo que ni siquiera concibo”, reconoció el autor. También le faltaba ese toque sofisticado, y seguramente sus misiones no tenían nada que ver con las excéntricas, alocadas y a veces crueles, aventuras del 007, plagadas de mujeres hermosas, y villanos de todo tipo, y un sinfín de artilugios mecánicos para vencer a los malos. Uno de sus famosos lectores fue John F. Kennedy. La revista Life incluyó la novela de Rusia con amor dentro del top 10 de los libros del presidente de los Estados Unidos. Algo que funcionó como una verdadera estrategia de marketing en el país del norte. Los libros se vendieron en todo el mundo, pero fue el cine, gracias a los productores Albert Broccoli y Harry Saltzman, el que dio el espaldarazo al agente secreto, con la paradoja de que la mayoría de las películas no fueron adaptaciones de los libros, sólo tomaron el cóctel vendedor que ofrecían las historias. Las seis caras. El Bond de las novelas es un poco más convencional, más humano y no tan frío y cerebral como el de las películas. Mide 1,83 y pesa 76 kilos, posee un atractivo misterioso y a la vez hipnótico. Tiene el pelo negro, con un mechón que cae sobre su frente. Ojos grises, nariz larga y recta, y una boca con un gesto cruel. Su rostro está tostado por el sol, y como seña particular lleva una delgada cicatriz de tres pulgadas en la mejilla derecha, otra en el hombro izquierdo, y señales de cirugía plástica en el dorso de la mano derecha. ¿Se parece este Bond a alguno que lo encarnó en la pantalla grande? Si bien, para los puristas de la saga Bond, sólo hay uno, Sean Connery, el actor dejó el camino libre a sus sucesores, que fueron cinco: “Cada uno empieza pasándolo mal. Pero después se van acostumbrando. Me gusta que cada uno lo haga de una manera diferente. No sé, tal vez yo puse el standard demasiado alto. Nunca vuelvo a ver mis películas como Bond, prefiero ver a los otros antes que a mí”, confesó Connery. Para él mismo había sido casi imposible creer que un escocés ganarA el papel que hasta se había pensado para Cary Grant, incluso el propio Fleming lo había rechazado al principio por “tener pinta de camionero”. Pero Connery lo consiguió y cobró por esa primera película 16.800 dólares, y aunque renegó muchas veces del personaje, al fin reconoció “Bond fue demasiado bueno conmigo”. Lo cierto es que Sean pudo moldear el personaje a su forma y los que lo siguieron tuvieron que competir con esa imagen que supo imprimir las características de primer súper agente de la pantalla grande. George Lazanby, Roger Moore, Timothy Dalton, Pierce Brosnan, y el último, Daniel Craig, compusieron diferentes agentes, tomándose no sólo licencia para matar, sino para actuar y así lograr que el personaje no muriera. “Chivos” de culto. Con la aparición en la pantalla, la fiebre Bond ya estaba desparramada por todo el mundo, como una pandemia imposible de detener. Las marcas que Bond usaba -tal vez un precedente del famoso PNT (publicidad no tradicional) de estos tiempos- empezaron a cotizarse más, todos querían fumar sus habanos Romeo y Julieta, tomar su Martini con Vodka (“revuelto pero no agitado”), lucir sus exclusivos modelos de camisa doble puño de Turnbull & Asser, la casa londinense donde se viste el príncipe Carlos, o su reloj Omega, claro que sólo unos pocos podían comer el caviar Royal Beluga, o el Dom Pérignon del ’53. En la película Die Another Day, Bond se va a Cuba, llega a una barra y pide un mojito. Esa sola imagen fue un disparador efectivo para que se convierta en un trago de moda. A lo largo de la historia del cine no hay un personaje que haya atravesado tantas épocas, con sus cambios sociales y políticos, sin perder su esencia. Bond se adaptó a los tiempos en que vivió, su rol cambió frente a las necesidades del público. Comenzó siendo el agente secreto de la Guerra Fría, en un mundo en el que los malos eran los comunistas, pero el muro cayó, también las Torres Gemelas, el terrorismo cobró protagonismo y ahora el súper agente, mucho más globalizado, debe luchar contra las nuevas plagas que atacan a la sociedad, incluido la de los holdings económicos. Las mujeres lucharon por sus derechos y “M” pasó de ser jefe a jefa, en 1995, bajo el dominio de Pierce Brosnan. Pero los cambios no sólo se dieron en la política mundial, también en la tecnología. Las cabinas de teléfonos son reemplazadas por móviles, las notas por mensajes de textos. Y hasta el boom del juego de póker Texas Holdem entra en la saga. Bond se aggiorna, pero sigue con su impecables trajes, ahora lo viste el exclusivo diseñador Tom Ford, es capaz de destruir a los peores enemigos con armas súper sofisticadas y enamorar a las mejores mujeres, como siempre lo hizo. Porque el 007 puede ser un niño eterno, un asesino a sueldo, un héroe inmortal. O, tal vez, sólo Bond, James Bond. . //Gracias por tu visita//