Puede sonar fea, soez, malsonante, inapropiada e incluso escatológica. Sin embargo, la palabra cagada forma parte de la musical orquesta que es la lengua española. Recogida por el Diccionario de la Real Academia, se refiere en modo coloquial a la “acción que resulta de una torpeza”. En Cuba también se utiliza para designar a una persona “idéntica o semejante a otra en el físico o en su manera de comportarse”. ¿A que no lo sabías? “Tu hermano es
cagadito a vos...” Grandes tesoros con dejes peculiares guarda nuestro querido español.
Pero el castellano, de palabras hermosas, pulcro, formal y en negro sobre blanco prefiere los eufemismos y se acomoda, en ocasiones, en las incorrecciones. Con tal de no ofender maquillamos la realidad y en lugar de la palabra cagada solemos usar el término “equivocación”, “metedura de pata” o “torpeza” en registros formales.
No obstante, este empeño del hispanohablante por asear su lenguaje puede provocar imprecisiones y son estas mismas las que ha puesto de relieve (que no en relieve) el libro “ReAprender Español: las 101 cagadas -y otras curiosidades- de nuestra lengua” (Ed. Bolchiro), escrito por un equipo de periodistas para Irazusta Comunicación y con prólogo de la letra g de la RAE, la escritora Soledad Puértolas.
Obama es negro y no miento
Sin miramientos, lo primero que abordan es el uso de eufemismos, como cuando utilizamos la palabra negro para describir a una persona “de color”. Obama es negro, aseveran. Y tienen razón. Su color de piel es “oscuro” pero queda feo decírselo a uno en la cara, aunque de este modo le estemos mintiendo al mismísimo presidente de los Estados Unidos o, mejor dicho, estemos “faltando a la verdad”.
Otro aspecto que abordan es el refranero español. “Nunca digas de este (esta) agua no beberé, ni este cura no es mi padre”. En esta expresión el artículo demostrativo “este” es incorrecto aunque socialmente aceptado, al igual que la palabra biquini, escrita con la “q” española pese a que la “Ortografía de la lengua” aconseje que se escriba con k de whisky que, por otro lado, está mejor escrito con diéresis (güisqui). Un lío, vamos.
Los autores de este manual, María Irazusta, Beatriz Fernández, Nacho Miquel y Noemí Sánchez, aseguran que hasta el mismísimo Lázaro Carreter e incluso Lope de Vega cometían lo que originalmente eran errores y que con el uso del castellano se han ido aceptando. Miguel Delibes era un profundo laísta. Sabía que lo hacía mal y le gustaba y Lázaro Carreter usaba el vulgarismo “espúreo” en lugar de “espurio”. Todo ello sin ánimo de engañar.
Al rescate de la lengua
“El objetivo que persigue este libro es claramente que en las redes sociales se hable mejor. Muchas veces no somos conscientes de que las expresiones que utilizamos no son las correctas”, cuenta María Irazusta, quien advierte de que los medios de comunicación contribuyen a esto aunque no son los culpables. “Lo que queremos es salir al rescate de la lengua movidos por el amor al lenguaje”, confiesa.
El equipo de Irazusta lanza este libro con mucha ilusión y empeño en que se convierta en un manual rápido de consultar, porque “todos, hasta los más cultos, a veces tenemos dudas”. Para facilitar su lectura lo han publicado en formato electrónico, que podrá comprarse a través de Amazon por 4,99€, además de visualizarse en el móvil.
“ReAprende español” pretende ser el más rebelde de los manuales, siempre en consonancia con lo que estipula la RAE. “Nosotros partimos de palabras que están aceptadas. Sin embargo, ponemos el acento en aquellas que suenan raras”. Se refieren a términos como “almóndiga” y “albóndiga” o “asín” y “así”, que sí están recogidas en el diccionario, y a superlativos como “nigérrimo” (negro, negrísimo), que no lo están.
“Periodiquismos”
Asimismo, ponen el acento en palabras que en origen tenían un significado y que con el tiempo han ido ciñéndose a otro. En este sentido, destacan términos como álgido, que ha pasado de ser frío a caliente o lívido que hacía referencia a un color amoratado aunque en la actualidad tire más hacia el blanquecino. En cuanto a los “periodiquismos”, en este libro se recogen estructuras como “en base a”, “a nivel de”, muy habituales en los medios de comunicación pero que son erróneos.
Lo cierto es que la lengua la hacen los hablantes, hecho por el que la RAE se adapta con cada vez más celeridad a los cambios en el idioma, incluyendo anglicismos y tecnicismos. Que no resulte raro que en un futuro acepten la palabra “whasapearse” en lugar de “nos escribimos un mensaje”. A dónde vamos a parar...