El 25 de Mayo de 1810 una multitud reunida frente al Cabildo esperaba saber “de qué se trata”, enfundada con escarapelas celestes y blancas entregadas por French y Berutti. Las mujeres lucían peinetones, los paraguas abundaban y el sereno daba la hora.
Se trata de un relato que se ha transmitido a través de las generaciones, que forma parte del inconsciente colectivo de los argentinos, aparece en
las escuelas y hasta en los actos oficiales. Pero si tuviéramos la posibilidad de viajar al pasado, la imagen que encontraríamos sería definitivamente muy distinta.
Para conocer los detalles de aquella trascendental jornada, Los Andes consultó a tres historiadores, quienes se basaron en el estudio de los documentos de la época para tirar por tierra algunos de los mitos más populares de la fecha.
En primer lugar, la multitud que uno podría imaginar no era tal. “En ese momento, Buenos Aires tenía 50.000 habitantes y los que firmaron el petitorio para que se nombrara a una nueva junta el 25 de Mayo fueron 411”, puntualizó la historiadora Ana Castro.
Una vez que la junta presidida por Cornelio Saavedra juró, cada uno en su cargo, se instaló rápidamente en el fuerte. “En ese momento se desencadena la lluvia y todo el mundo se va a su casa. Ahí termina el 25 de Mayo”, explicó la experta que aclaró que no hubo festejo.
“Pudo haber gente vendiendo, pero haciendo su trabajo habitual. Las actas del Cabildo están clarísimas: el pueblo no estaba participando”, remarcó. De hecho, ella detalló que ni siquiera se tocó la campana para convocar a la gente como era costumbre. “Fue una revolución militar con el apoyo de pocos civiles”, señaló.
Por su parte, el historiador Daniel Balmaceda explicó, desde Buenos Aires, que la concepción que en ese momento se daba a la palabra “pueblo” era muy diferente a la actual. “El pueblo se llamaba a los vecinos importantes, los que tenían peso político e incluía militares, sacerdotes y profesionales”, precisó. El estudioso también recaló en la difundida frase “el pueblo quiere saber de qué se trata”.
“La expresión se ha transmitido de forma incorrecta ya que en su lugar la frase que se escuchaba era ‘el pueblo quiere saber lo que se trata’. Esto hacía referencia a los temas que se estaban discutiendo, en qué se estaban ocupando”, especificó el hombre.
Cintas sí, escarapelas no
Otro mito que se sigue transmitiendo es el que dice que Domingo French y Antonio Berutti repartieron escarapelas celestes y blancas durante esos días, cuando la misma fue creada dos años después en 1812.
“Es importante desmitificar el tema de la escarapela en la Revolución de Mayo. El historiador Roberto Marfany lo comprobó en un documento que encontró en el Archivo General de la Nación”, explicó Elvira Búcolo, experta en historia y directora del Archivo General de la Provincia.
La mujer citó el fragmento exacto del documento que echa por tierra la falsa idea. “Amanecieron lunes en Plaza Mayor bastante porción de encapotados con cintas blancas al sombrero y casacas en señal de unión entre americanos y europeos, y el retrato de nuestro amado monarca (Fernando Séptimo) en el cintillo del sombrero, de que vestían a todo el que pasaba por allí. Comandábalos French, el del Correo, y Berutti, el de Cajas...”.
En tanto que Castro manifestó que esas cintas blancas con el retrato de Fernando Séptimo habían quedado de la jura del rey del año anterior. “Estos conocimientos de Marfany se utilizaron en un Congreso de 1960; en 1961 estudiamos de estos trabajos y así lo enseñamos en el secundario”, subrayó la experta.
Ni peinetones, ni serenos
En los actos que conmemoran el 25 de Mayo siempre se destacan las damas antiguas vestidas con sus faldas anchas y peinetones, cuando en realidad este último accesorio todavía no se había inventado. “Aunque sea una imagen clásica de los actos escolares, los peinetones aparecieron recién en 1828”, explicó Balmaceda.
Otro personaje que suele estar inmerso en toda representación de aquella época es el sereno que se popularizó por su pregón “Las doce han dado y sereno”.
“El sereno era el que anunciaba si había buen o mal tiempo, pero no existió hasta 1830”, indicó el historiador.
En cuanto al paraguas, otro elemento de uso cotidiano muy relacionado con la fecha, el experto aclaró que existía pero que no era un elemento popular. “En 1810, el paraguas ya se conocía en Buenos Aires, pero habían muy pocos porque era un elemento de lujo”, detalló y estimó que si estuvieron presentes aquel histórico día no fueron más de dos. “De todas formas no eran iguales al objeto que conocemos hoy: eran de diámetro mucho más chico y no eran impermeables; se llevaban como sombrilla y asilaban levemente el tema de la lluvia”, señaló.
Según el experto, cada uno de sus mitos tiene su explicación: “Se van instalando en la memoria y se convierten en símbolos”, expuso a la vez que reconoció que como están tan instalados es difícil generar una contra idea.
Comidas de la época
Los estudiosos de la historia no pueden aseverar si el mate, las empanadas, las sopaipillas y el locro -que generalmente se asocia a los festejos de la fecha patria- estuvieron presentes durante esa jornada, pero afirmaron que eran comunes en ese período.
“El mate era la bebida tradicional de la época. De hecho se sabe que San Martín tenía la costumbre de tomar mate amargo, además de café”, relató Búcolo, quien detalló que también existían las sopaipillas, pero que como no se usaba mucho el aceite para cocinar se las freía con grasa.
En tanto, Balmaceda explicó que mate se tomaba siempre. “Ya en 1600 hubo una prohibición de tomar mate porque decían que la gente no trabajaba por tomarlo. Era una de las bebidas principales en las tertulias a la noche junto con el chocolate”.
Con respecto a las empanadas afirmó que se trataba de la comida de paso cuando las personas no podían sentarse a comer. “Lo más clásico era un plato que se llamaba ‘olla podrida’ en el que se juntaba la carne, verduras cocidas en una especie de guisado; también se comía locro que llegó desde el noroeste”, comentó el historiador.
Mendoza se enteró en junio
El Archivo General de la Provincia realizará hasta el viernes 29 una exposición sobre la repercusión de la Revolución de Mayo en Mendoza. “Tenemos actas capitulares que explican qué hicieron los mendocinos de aquella época cuando se enteraron”, contó Elvira Búcolo, directora del Archivo.
En esas actas consta que a Mendoza, las noticias de lo que pasaba en Buenos Aires, llegan el 14 de junio. “El 15 de junio deciden reunirse y convocar una reunión para el 19 de junio para saber si van a aceptar la Junta de Buenos Aires”, detalló.
Finalmente, esta reunión se desarrolla el 23 de junio. “Hay un acta bastante extensa que cuenta que se invitó a la ‘parte más sana de los mendocinos’ que fueron 46 personas”, precisó Búcolo. Allí se acepta la Junta y se decide elegir a un representante, tal como se había pedido desde Buenos Aires, para formar la Junta Grande. “Primero se elige a Bernardo Ortiz quien se dispone a viajar el 16 de setiembre pero muere; entonces se nombra a Manuel Ignacio Molina, quien finalmente viaja”, cerró.