24/6/15

NUEVO ANIVERSARIO FUTBOLERO: “El Gol del Cani a Brasil” en Italia 90

Por un lado, la obligación moral de defender el título, ganado con espectacularidad ontológica en el estadio Azteca cuatro años antes, con El Gol del Barrilete Cósmico frente a los Ingleses y El Gol de Burruchaga (el tercero y decisivo) en la Final. Y por otro lado: vencer a Italia, aspirante al título, que era local. Italia, nación en donde Diego Armando Maradona, el artífice del triunfo en México, era por aquellos años una estrella universal que lucía la camiseta del Napoli.

Los italianos ricos del norte, que desprecian a los italianos pobres del Sur –y Napoli es la Italia pobre- alentaban la ilusión burguesa de que Diego Armando Maradona no brillara en ese campeonato, pues éste estaba signado por los hados –y las estrellas que
compra el dinero- a Italia. Alentaban la peregrina idea de que ese morocho sudamericano se comportara como un buen chico agradecido por los millones ganados. Nadie escupe la mano que da de comer, dicen los amantes de tener esclavos de su dinero.

Y por su parte los napolitanos, en el fondo de su corazón, deseaban que Diego Armando Maradona, el Maradona que le había devuelto la gloria futbolera al Sur, no jugara para el dinero de la rica Italia (ya había despreciado el dinero de Silvio Berlusconi del Milan), sino para sus compatriotas de Fiorito, para los infelices chicos de Fiorito a quien solo la pelota podía sacar del infierno. Internacionalismo futbolario… ¿`tendés?

Pero había que llegar hasta la instancia Argentina-Italia. No era sencillo. En el camino estaba Brasil. ¡Ah, Brasil… Brasil! Había que pasar por ésa antes. Brasil, eterno rival…. ¿regional? ¡No! ¡Nada de eso! ¡Mundial! La rivalidad argentino-brasileña es mundial: es, sencillamente, a ver quién “el mejor del mundo”, “o maior do mondo”. ¡Casi nada!.

Así que en Italia 90, a Brasil había que ganarle sí o sí (como siempre, pero más que como siempre).

Pero resultó que los brasileños demostraron esa tarde que ellos, y no nosotros, eran los mejores del mundo. ¡Qué baile que nos dieron, por Dios! Nos tuvieron en un arco y sólo Dios (que movió los travesaños y los postes) sabrá por qué no quiso que nos fuéramos al vestuario con varias pepas adentro.

Los brasileños, todos adelantados. La pelota tenía que entrar de una buena vez y los amarillos estaban todos en ésa. En una jugada de mitad del campo, Maradona se desmarca y pica, dejando atrás a varios defensas. Caniggia pica también. Maradona es dueño de la pelota y la última línea de la defensa se avalanza sobre él. Caniggia, acompañando el pique, se desmarca. Diego, a punto de ser derribado, le pone al Pájaro el pase imposible. El pase que hace pasar la pelota por el único intersticio del tiempo y del espacio a través del cual la esférica bola de cuero podía encontrarse con Caniggia: por entre las piernas del útlimo defensor. La pelota pasa por un agujero imposible, y le llega a los pies a Caniggia. Dueño de la pelota y frente al arquero, el Cani demostró con elegancia y simpleza lo virtuoso que era. Todo por un pase imposible. Ni un milímetro atrás, ni un milímetro adelante. Ni un segundo antes, ni un segundo después. Sólo Diego Armando Maradona pudo poner un pase como ése. Y sólo Caniggia pudo hacer un gol como ése. ¡Gol! Uno a cero, ¡y a cantarle a Gardel! Brasil afuera.

Ése, queridos amigos de las vecinas patrias sudamericanas y el mundo, ése fue el “Gol de Caniggia a Brasil”.