Ayer, domingo 19 de Julio, fui al Ruedo Municipal de General Alvear. El Ruedo es un lugar donde se hacen domas cerca del ex Matadero. Había una gran Fiesta organizada por los Gauchos Peregrinos. ¡Qué bonito! ¡Cuánta gente! ¡Gente de campo! Chicos y viejos con la ropa dominguera: bombacha, rastra, camisa, pañuelo al cuello, sombrero con barbijo y retranca, botas… ¡Qué pilchas! Los chicos con alpargatas y boina… Las mujeres, más modernas, arregladas y pintadas como para el mejor baile. Un recreo para los ojos. Un domingo de fiesta de campo, con caballos, empanadas, asado, mate y tortas fritas… Un
domingo frío y ventoso, pero con un gran sol impregnado de argentinidad. Con grandes y chicos cantando el himno al viento, así nomás por cantar, gritando las jineteadas y alentando a cada audaz que se animaba a entrar al ruedo.
Ahí está la historia presente, ahí el patrimonio cultural, en esas personas anónimas que defienden y celebran las raíces y definen la identidad nacional. Hay gauchos por todos lados, en el campo y en la ciudad; por ahí están, no se sabe dónde pero son como hormigas: con un toque aparecen y gracias a Dios, son muchos. ¡Aguante la paisanada! Me encanta la pasión que ponen en sus cosas, la picardía, la alegría, la cordialidad, la amabilidad de la gente de campo, su fé en Dios y el amor a las raíces. Me sentí muy orgullosa de mi pueblo ayer a la tarde, respetada, querida, en medio de corazones sencillos, simples y alegres que trabajan a brazo partido para recordarnos que aún existen, que están y más vivos que nunca con la Patria en el cielo, en la bandera, y en el corazón.
Lis Solé.
En la foto, Mariano Nápole, representando a los Gauchos Peregrinos y portando la Bandera Nacional.