La idea de una simple imagen, idea o sonido que sea capaz de llegar hasta al cerebro y “dañarlo” es un concepto que se ha explorado a menudo en el cine y en la ciencia-ficción. No existe nada que sea literalmente así en la vida real pero hay algo que se le acerca mucho: el efecto McCollough.
En 1965, una psicóloga americana llamada Celeste McCollough descubría que, después de mirar durante un tiempo a una rejilla horizontal roja y una rejilla vertical verde (la que encabeza el artículo), al cambiar la mirada a un rejilla
horizontal y vertical en color blanco y negro, las líneas horizontales aparecían como verdosas y las verticales como rosadas.
Un poco de historia
El efecto llamó la atención en su momento y rápidamente se incorporó a diversos catálogos de ilusiones ópticas y efectos visuales. Un estudio posterior realizado por Jones y Holding en 1975, sin embargo, le añadió el asunto una perspectiva mucho más interesante.
McCollough había estimado originalmente que la duración del efecto podía extenderse incluso una hora después de la inducción del estímulo. Jones y Holding, realizando experimentos donde el tiempo de exposición (el tiempo que se mira a los patrones rojos y verdes) subía hasta los 15 minutos comprobaron que sus efectos podían durar en realidad mucho, mucho más: hasta 3 meses y medio.
Aunque no se conocían los motivos exactos, por primera vez se había conseguido alterar lo que puede considerarse como funcionamiento normal del cerebro, y con él el de un sentido, el de la vista, utilizando una simple imagen.
Por qué ocurre
Tras el nuevo descubrimiento, McCollough comenzó a elaborar una serie de teorías que, con mayor o menor aceptación duran hasta hoy. Hasta la actualidad, el efecto continúa sin estar explicado al 100%, aunque hay algunas pistas que nos explican por qué se origina y cómo.
La teoría original, y actualmente más aceptada, es que ocurre por una adaptación de ciertas neuronas en la parte baja y monocular (esas neuronas controlan y pertenecen a un solo ojo) del córtex visual. “Es la que más sentido tiene porque nos tapamos un ojo y lo inducimos en el otro, el efecto aparece y persiste únicamente en el ojo inducido y no en ambos” explica el oftalmólogo Javier Gómez “eso parece implicar que el efecto se produce, neurológicamente, en células anteriores a la parte superior del córtex donde aparecen las primeras neuronas binoculares (las que afectan y se encargan de ambos ojos).
Partes de esas células también se encargan de corregir de manera natural las aberraciones cromáticas que las “lentes” sofisticadas que son los ojos producen de manera natural. El proceso podría estar relacionado puesto que que dichos patrones no están presentes en la naturaleza, así que ante el estímulo se adaptan para intentar corregirlo” Varios estudios apoyan también esta última teoría.
El efecto en los monitores de tubo de la década de los 80
Como dato curioso, algunos años después de que se descubriese el efecto, los primeros monitores monocromo que utilizaban fósforo para imprimir las letras con ese tono verdinoso característico (el mismo que se utiliza en Matrix) comenzaron a afectar a varias personas con el efecto McCollough.
Las consultas oftamológicas de la época comenzaron a llenarse de personas que explicaban ver tintes rosados entre las letras de un libro, por ejemplo, tras usar un monitor monocromo durante un tiempo prolongado. Fue también el comienzo del uso de los míticos protectores de pantalla para proteger la ojo de la intensidad del fósforo P1 usado.
El “antídoto”
Muchos años después al descubrimiento del efecto y de la elaboración de las teorías, se descubrió un efecto similar llamado el “efecto Anti-McCollough” y que básicamente produce otra alteración visual que se superpone encima de la inducción de McCollough original y parece “eliminarla” aunque en realidad sigue mostrando los mismos tonos algo más pálidos, dando la sensación de que ha desaparecido. Se consigue creando una configuración similar de rejillas en paralelo en las cuales una es acromática (blanco y negro) y otra en un color determinado (rojo, verde, azul... y negro)
Al contrario de lo que ocurre con el efecto original este sí afecta a los dos ojos (lo cual tiene lógica a su vez porque se producen en áreas superiores del córtex visual y por lo tanto es capaz de “sobreescribir” el estímulo original en las partes inferiores). Dicho de otro modo, no funciona como un antídoto en el sentido estricto, sino que visualmente se superpone al otro con un efecto visual mucho más débil, tanto que parece que ha desaparecido.
Fuente: Contexto.com