11/1/16

UNA PELICULA RECOMENDABLE Moby Dick, la aventura extraordinaria

http://www.nochedecine.com/wp-content/uploads/2014/10/nt_14_en-el-corazon-del-mar-1.jpgEl reciente estreno de “El corazón del mar”, la película de Ron Howard, resulta adecuado al gusto de los apasionados por este tipo de producciones. Tiene todos los condimentos: aventura, supervivencia, tecnología (en cuánto a la peli). Y lucha despiadada, el hombre contra el hombre, el hombre contra la naturaleza, el hombre contra la ballena. “Master & Commander” o las más recientes “Inquebrantable” (que dirigió Angelina Jolie) y
“Pi, una aventura extraordinaria” eran otros ejemplos del cine ambientado en los martes, aunque con distintos argumentos. Howard ya cubrió las temáticas más variadas, desde una intimista “Frost#Nixon” hasta la comercial “El Código da Vinci” o la elogiada “Una mente brillante”. Pero ahora ingresa en otro terreno, con un abordaje original de una de las obras cumbres en la literatura de los últimos dos siglos, el “Moby Dick” de Herman Melville. No es el primero que lo hace, ya que desde el momento en que la novela se popularizó, un siglo atrás y mucho después de la muerte de su autor, ya la habían llevado al cine en "The sea best” (versión muda de 1926) y en “El azote del mar” (1930). Aunque la película más recordaba es la “Moby Dick” que John Huston filmó en 1956, con dos gigantes en los papeles centrales: Gregory Peck y Orson Wells. También “Moby Dick” se titularon otras dos películas de la última década –una de ellas con William Hurt- y una miniserie televisiva. Pero Howard no se refiere sólo a una inspiración en la obra de Melville, con las correspondientes licencias del guión cinematográfico, sino que parte desde otro punto: la aparición de un escritor, el propio Melville, en Nantucket, legendaria “capital de los balleneros”. Y su encuentro con un superviviente de la infortunada expedición. Se trata de Thomas Nickerson, quien era un grumete de 14 años en el momento de la partida del ballenero Essex, y que ha regresado a su territorio para contar esta historia, tres décadas más tarde. Así surge de “El corazón del mar”, libro escrito y premiado de Nathaniel Philbrock (2000). De allí en más, se combina todo. La relación entre los dos oficiales (protagonizados ahora por Chris Hemsworth y Benjamin Walker), la tempestad, la demoledora lucha contra la ballena, el naufragio, los intentos de supervivencia. En fin, la peli es para apasionarse y disfrutarla, si cabe. Pero igualmente, es la oportunidad de recuperar la lectura de un “Moby Dick” que Jorge Luis Borges o Mario Vargas Llosa tuvieron entre sus favoritos. Y todo desde ese comienzo: “Llamadme Ismael. Hace unos años -no importa cuánto hace exactamente, teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada en particular que me interesara en tierra, pensé que me iría a navegar un poco por ahí, para ver la parte acuática del mundo”. Borges consideraba que “el universo de Moby Dick es un cosmos no sólo imperceptiblemente maligno, como el que intuyeron los gnósticos, sino también irracional”. Vargas Llosa escribió que "Moby Dick, la obra maestra de Melville, es muchas cosas a la vez. Desde un tratado sobre las ballenas con rigurosas precisiones científicas, hasta un ensayo teológico en donde se describe la naturaleza del mal y sus proyecciones en la historia de los hombres. Pero es antes que nada una extraordinaria aventura, la persecución por todos los mares de la Tierra de la mítica ballena blanca que ha arrancado la pierna al capitán Ahab, a la que este busca no solo por venganza sino porque para él aquel animal marino es la encarnación del espíritu infernal". Melville la escribió cuando tenía 31 años, después de atravesar múltiples aventuras como marinero. Nacido en Nueva York, hijo de un comerciante arruinado, intentó suerte en distintos estudios y profesiones, hasta que se embarcó en su primer ballenero, el Acushmet. “Fue mi Yale y mi Harvard” definió a sus peripecias, que se extendieran hasta 1845, cuando retornó con su familia y se dedicó a escribir. “Moby Dick”, que primero tituló “La ballena”, se publicó sin mayor repercusión en 1851. Melville murió cuarenta años más tarde, aún sin reconocimiento, y él mismo resaltaba este tipo de estrofas “Ponderando una dolorosa serie de derrotas / Y negros desastres desde el primer día de mi vida”. Recién en 1920 los críticos colocaron a “Moby Dick” de Herman Melville en el sitio que realmente se debía: una obra maestra. Por Luis Vinker -