9/9/16

#VIENTO NORTE: ¿VIENTO DEL MALHUMOR O VIENTO DE LOS LOCOS?

Recuerdo que decían “con viento norte no hay hombre bueno, ni mujer amable, ni caballo manso, ni víbora que no muerda”
Bien, el viento del norte, más precisamente del noreste, proviene de los campos del sur del Brasil y hace un largo recorrido hasta llegar a nuestra zona. A lo largo de su trayectoria se va “cargando” eléctricamente con iones positivos. Estas microscópicas partículas, invisibles para nuestros ojos, son el resultado de la fricción del aire (viento) con el aire estático y con la superficie terrestre. Y como este viento recorre más de 2000 kilómetros hasta llegar a nuestros lugares, se carga con gran cantidad de iones positivos.

¿Pero, qué tiene que ver esto con el mal humor? Bien, el tema radica en que nuestro cerebro, como toda máquina, funciona con electricidad. Ésta la obtiene de las sales que ingerimos con los alimentos, principalmente las de cloro y potasio. Estos dos elementos se “separan” de sus acompañantes, quedando cargados eléctricamente con signo negativo y se forma así la corriente eléctrica con la que trabaja nuestro cerebro, pequeña, pero medible, como en un electroencefalograma.
Ahí es cuando aparece el tema del viento norte. Sabemos que cargas de distinto signo se neutralizan, entonces la llegada de este viento con sus iones positivos, neutraliza los negativos de nuestro cerebro y este empieza a funcionar mal y, por supuesto, nosotros mismos. Nos volvemos irritables, agresivos y nos ponemos de mal humor sin motivo; también nos puede afectar el razonamiento y el buen juicio, nos sentimos cansados, molestos, es decir nos pone como “locos”. Es por eso que al viento del norte lo llamen, con toda razón, “el viento de los locos”...
No solamente afecta a los humanos y a los animales, sino que también puede producir incendios. Ocurre que en verano, los días de mucha temperatura y viento, sin motivo aparente aparecen incendios en pastizales. Y el culpable es el viento norte. Seco, caliente y cargado eléctricamente, puede producir chispas eléctricas lo suficientemente importantes como para encender algún pastizal seco que él mismo se encarga de propagar.
Y también carga eléctricamente los cuerpos. Hagamos un experimento: después de andar por la calle al viento, y si es de noche mejor, entre en una habitación oscura, con espejo y si todo está en silencio, al sacarse la ropa lentamente sentirá unos ruiditos y hasta podrá ver unas lucecitas en la ropa que se saca. Son las descargas eléctricas que acumuló en el exterior. ¿O vio que por ahí, al tocar un picaporte sentimos una “patada” eléctrica? Bueno es por la misma razón. Y esas chispas, son las que en caso de estar cerca de algo combustible, pueden llegar a originar un incendio. De ahí por ejemplo la “colita” metálica que se ponía a los vehículos, que hacia que las cargas eléctricas acumuladas durante el viaje fueran a tierra, ya que podía producirse una chispa al ir a cargar nafta con la consiguiente explosión. Ahora se dejó de usar ya que los surtidores tienen sus propias descargas a tierra. Esto es la famosa “descarga a tierra”, tan recomendada también para cualquier artefacto que funcione con electricidad.
Y bueno, ¿qué hacemos con esto, cómo lo revertimos...? Bien, para que nuestro humor cambie, lo mejor es... tomarse una ducha. Si, leyó bien.
Las gotas de la ducha, imitación de la lluvia, arrastra los iones positivos y esto hace que nuestro cerebro comience a funcionar de nuevo correctamente. Es por eso que después de un bochornoso día de calor, la lluvia es tomada como un bálsamo para nuestro carácter: nos sentimos mejor, nos vuelve el humor, nos da de nuevo la tranquilidad que habíamos perdido. Lo mismo ocurre si nos sentamos a orillas del mar, donde rompen las olas y producen pequeñas lluvias, o el solo hecho de caminar descalzo en la tierra. Y si no llueve o no vivimos cerca del mar o no tenemos tierra para caminar, la ducha es nuestra salvación.
El viento norte seguirá soplando, sin duda, pero ya no nos pondrá tan locos...

Daniel Della Valle
Profesor de matemática y física en los colegios Nacional y Comercial de Pergamino.
Profesor de Astronomía en el profesorado de Física de Pergamino. Columnista del diario “La Opinión” y otros medios locales.