“Noche de paz, noche de amor”, dice el tradicional villancico. Sin embargo, puede que esto no siempre sea del todo cierto. No todos aman la Navidad; y estos novedosos Grinch tienen sobrados motivos para explicarlo.
1- Los preparativos comienzan con demasiada anticipación.
¿Qué comemos? ¿Qué vamos a regalar? ¿Dónde nos reunimos? Son algunas de las preguntas que suelen recorrer el calendario mucho antes del 24 de diciembre. Y no todos estos interrogantes se responden de manera pacífica.
2- Las luces de Navidad se enredan con odiosa facilidad.
La tradición marca que el 8 de diciembre es el día elegido para armar el arbolito. Una borla, una guirnalda, la estrella en la punta y, como broche de oro, las preciadas luces. Un momento que puede verse empañado por la tremenda capacidad de esos artefactos para hacer someterse a nudos que ni el mismísimo Houdini podría desatar.
3- Las reuniones incluyen casi siempre algún invitado no deseable.
Un tío del que nada sabemos desde hace años, una cuñada venenosa, un primo con complejo de buen cómico o un amigo melancólico recién divorciado. La variedad es casi infinita a la hora de agregar platos y conflictos a la mesa.
4- Siempre se gasta más de lo que se desea.
La decoración, la comida, la bebida y los regalos pueden resultar tan caros como el pasaje al Polo Norte. La próxima, se puede aplicar la segunda opción en busca de Papá Noel.
5- Pasás horas cocinando lo que se va a devorar en un minuto.
Vitel toné, ensalada rusa, asado, ensalada de frutas, pan dulce… Sea cual fuere el menú, siempre lleva horas y horas de preparación. Su consumo, sin embargo, es inversamente proporcional a la cantidad de tiempo invertido.
Estrés en Navidad. Infeliz fin de año.
6- Para quien oficia de anfitrión, la reunión no termina cuando se van las visitas. Aún queda el desafío de la limpieza y el orden.
“Feliz Navidad”, “Felices Fiestas”, “Si no te veo, feliz Año Nuevo”. Así se despiden los invitados después de la gloriosa velada. El dueño de casa, por su parte, barre, lava, limpia y guarda las sobras. Sí, “feliz Navidad…”
7- ¿Dieta en diciembre? ¡Imposible!
Brindis, eventos, reuniones, almuerzos, cenas y cualquier encuentro posible en el último mes del año incluye comida (y de la más calórica posible). La dieta ya no comenzará el lunes, comenzará en enero.
8- La decoración ofrece nieve y abrigos rojos cuando pasamos olas de calor que pueden rozar los 40 grados de sensación térmica.
En esta parte del continente se pasa la Navidad con grandes temperaturas. En varios de los últimos años, incluso, con repetidos cortes de luz. Sería un buen dato a tener en cuenta para la industria de la decoración: la Navidad argentina es veraniega.
9- Muchos hijos de padres divorciados se ven en el apriete de pasar una fiesta con cada uno.
Mucho menos cómico es el caso de los chicos que reparten sus días de fiesta extrañando a mamá o a papá. Cuando la relación no permite un festejo con todos juntos, estas fechas son más crueles que los días comunes.
10- Para familias con credos diferentes, es muy difícil festejar juntos.
Aunque muchas veces se pierda de vista, la Navidad es una fiesta religiosa, conmemorando el nacimiento de Jesús. Si bien varias religiones la celebran, no todos los credos la tienen entre sus festividades.