23/2/17

“Sí, pero no”

Las personas necesitamos mantener cierta coherencia y consistencias internas entre las acciones que realizamos y los pensamientos que tenemos sobre estas acciones. Si no es así, experimentamos un estado desagradable descrito como “disonancia cognitiva”.

Fue León Festinger –importantísimo psicólogo social del siglo XX- quien desarrolló la teoría de la disonancia cognitiva en su libro “A Theory of Cognitive Dissonance” publicado en 1957.



Para el autor, cualquier individuo procura lograr cierta consistencia dentro de sí mismos; es decir, sus opiniones y actitudes suelen existir en grupos que son interiormente consistentes. Sin embargo, existirían algunas excepciones en las que nos descubrimos siendo algo incoherentes.

Por ejemplo: Una persona de determinada nacionalidad puede pensar que las personas de otras nacionalidades son iguales a él o ella. Sin embargo, al mismo tiempo, no quisiera tener que relacionarse con ellos ni vivir en su compañía. Otra persona fuma al mismo tiempo que sabe y sostiene que es muy malo para la salud.

Dichas incoherencias inevitablemente atraerían nuestro interés y se alzarían en agudo contraste con nuestra sensación de consistencia interna.

¿Y qué hacemos con estas incoherencias? Sólo en muy escasas ocasiones, la persona capta la inconsistencia y la acepta como tal: una incoherencia propia. Sin embargo, lo más probable es que no aceptemos fácilmente una inconsistencia y lo común es que busquemos racionalizarla.

Volviendo al ejemplo de la persona que fuma, ésta puede decirse a sí mismo: “Me gusta tanto fumar que vale la pena”, “Mis posibilidades de enfermar son muy pocas”, “De algo hay que morirse”, “Si dejo de fumar, puedo subir de peso; lo cual, sería malo también para mi salud”, etc.

Ahora bien, hay personas o surgen situaciones en que no es tan fácil racionalizar las inconsistencias. De ahí que, si nuestros intentos por racionalizar fracasan, surja una incomodidad psicológica: la disonancia cognitiva.

Una vez presente, la disonancia provocará una incomodidad tal que las personas intentaremos reducirla. ¿Cómo?

Cambiando uno de los elementos que forma la incoherencia o modificando la importancia de algún elemento (Por ejemplo: “En realidad, no me gusta tanto fumar así que mejor lo dejo”)

Añadiendo elementos que sean consonantes con la conducta (Por ejemplo: “Encontré un nuevo estudio que dice que el tabaco en moderadas cantidades no es tan dañino para la salud como dicen”)

Evitando, ignorando o eliminando las situaciones que puedan aumentar la disonancia (Por ejemplo: “Voy a cubrir con algo las advertencias de la cajetilla de mis cigarros porque no me gusta ver lo mal que hace”)

En fin, al parece la disonancia es algo muy difícil de evitar del todo y lo interesante es darse cuenta que vivimos ¡llenos de contradicciones! Aunque muchas veces creamos lo contrario.