Atravesar los últimos días del año puede ser una prueba más que exigente. las reuniones acrecientan las oportunidades de incurrir en excesos gastronómicos que conspiran contra la salud, y los brindis con bebidas alcohólicas se multiplican. Pero, además, la sobrecarga emocional y, en particular, la soledad pueden agregar factores de riesgo que deben ser tenidos en cuenta. Según indican diversos estudios, se registra un alza en los problemas cardíacos en las semanas de Navidad y Año Nuevo. En este contexto, los médicos recomiendan enfocarse más en el contacto humano que en los placeres de la mesa.
¡Qué momento! Lejos de los estereotipos, atravesar los últimos instantes del año es, para muchos, una prueba difícil de sortear.
La sobrecarga gastronómica y los excesos de todo tipo, sumados a la distancia considerable que existe entre la brillante fantasía que quisiéramos concretar y la realidad mucho más gris que está a nuestro alcance pueden resultar un cóctel explosivo en materia de salud.
“Las estadísticas son bastante consistentes: sobre la base de condiciones crónicas desfavorables, las Fiestas pueden ‘apretar el gatillo’”, afirma el cardiólogo Daniel Flichtentrei, director de Intramed.
Y agrega Mirta Cameán, cardióloga especialista en Psiquiatría y Psicología Médica, exdirectora científica del Consejo de Aspectos Psicosociales de la Sociedad Argentina de Cardiología: “Aunque no se tenga una obstrucción coronaria importante, la falta de diálogo y de soportes afectivos puede producir espasmo coronario o ruptura de pequeñas placas de calcio que, incluso en personas con electrocardiograma previo normal, puede conducir a un infarto o a una muerte súbita”.
Aunque algunos especialistas no lo notan en su consultorio y no existen números locales, la literatura científica internacional sugiere que la mortalidad cardíaca crece alrededor de Navidad y Año Nuevo. Así lo muestra un estudio publicado en Circulation y firmado por David Philips como primer autor. “Aumentan las consultas y las internaciones –coincide Jorge Tartaglione, presidente de la Fundación Cardiológica Argentina–. A ese efecto lo llamamos ‘Happy Holidays’”.
Es innegable que durante estos días se hace más difícil mantener hábitos saludables. La oferta de reuniones es inabarcable, los alimentos altamente calóricos abundan y los brindis con bebidas alcohólicas se multiplican.
“Paracelso decía que, más allá de sus propiedades intrínsecas, la dosis hace al veneno –afirma Sergio Baratta, del Hospital Austral–. En las Fiestas, estos excesos explican muchos de los malestares y el aumento de las consultas cardiológicas. Los cuidados de salud generales siempre se basan en una vida balanceada. Si bien no disponemos de estadísticas locales, las consultas cardiológicas de este período se relacionan con pérdida del control de la presión arterial o descompensación de una insuficiencia cardíaca asociados con el exceso del consumo de sal y, en ocasiones, la suspensión de la medicación. El aumento de la ingesta de alcohol desencadena arritmias como fibrilación auricular”.
Cecilia Bahit, jefa de cardiología de Ineco Rosario, observó durante este mes “mayor número de pacientes que concurrieron por el control anual y, entre Navidad y Año Nuevo, muchos con hipertensión arterial: en algunos casos, detectada por algún síntoma y en otros, por ingesta con exceso de sodio o estrés”.
Todo en su medida
Según los cardiólogos, las medidas que permiten evitar disgustos son sencillas y tienen un cierto componente filosófico. Baratta aconseja: “Pensar las Fiestas en términos humanos y no alimentarios. Es importante aprender a decir que no y evitar el exceso alimentario; no aumentar la sal, evitar las altas dosis de alcohol y no fumar; compensar con horas de descanso la restricción del tiempo de sueño; tener un programa alimentario para volver al peso recomendado; mantener la medicación prescripta y no suspender la actividad física habitual”.
Por su parte, Bahit subraya: “En lugar de ver a las Fiestas como eventos para disfrutar de la comida y la bebida, coloque el foco en mejorar las relaciones con familiares, amigos, compañeros de trabajo y generar buenos recuerdos. Llene su corazón y no su estómago. Recuerde el espíritu de las Fiestas: es un momento para hacer una pausa, reflexionar acerca de nuestras prioridades y pasar tiempo con las personas que queremos”.
Pero no todo se circunscribe a los excesos a la hora de sentarse a la mesa. Las emociones no están ajenas al contexto general y diversos estudios sugieren que en estos días puede aumentar la incidencia de los cuadros coronarios agudos.
“En mi experiencia de 35 años trabajando en el servicio de cardiología como cardióloga, psiquiatra y psicóloga médica del Hospital Eva Perón de San Martín –cuenta Cameán–, en los últimos años la demanda y consulta previa a las Fiestas cambió. Desde hace casi una década, los pacientes consultan por dolor de pecho, palpitaciones, angustia, dolor abdominal irradiado al pecho, tristeza, llanto fácil, irritabilidad e insomnio incluso habiéndose descartado un origen cardíaco. Esta sintomatología la observábamos en pacientes que habían sufrido una pérdida cercana y estaban cursando su período de duelo. Pero los síntomas aumentaron y el ‘duelo’ ya no es solo la ‘muerte física’ de un ser querido: en su mayoría es la pérdida de diálogo, los cambios sociales que nos impiden reunirnos en la misma mesa, la pérdida de vínculos afectivos por tener distintos discursos con nuestros pares, con abuelos, padres, hijos”.
Para saber lo que es la soledad
Tartaglione cuenta: “Diciembre fue agobiante. ¡La cantidad de pacientes que vi este mes! Parece que el 31 se terminara el cronograma de la vida. Además, la incertidumbre argentina le agrega una angustia adicional a la sobrecarga de las Fiestas”.
Para Pablo Richly, director del Centro de Salud Cerebral, el mayor problema de estas fechas son las expectativas desmedidas. Las hay tanto positivas como negativas.
Por ejemplo, afirma: “La idea de que se trata de una época de desesperanza que puede llevar al suicidio es falsa. Es más, según los centros de control de enfermedades de los Estados Unidos, estos eventos hasta podrían ser menos frecuentes que en el resto del año”.
Por otro lado, están las positivas, los imperativos sociales que nos imponen cumplir con reuniones, comidas, festejos, regalos... “Y, para colmo –destaca Richly–, pretenden que seamos ‘muy felices’. El resultado es que la distancia entre la realidad y las expectativas es tan grande que las vivimos como frustración y desencanto”.
Un factor de riesgo independiente para el quebranto cardíaco y que sin embargo con frecuencia está ausente del interrogatorio médico es la soledad. “Es un determinante social de enfermedad por muchos motivos y a través de una fisiopatología bastante conocida –explica Flichtentrei–. Somos una especie gregaria por naturaleza. La pérdida del contacto con nuestros semejantes genera reacciones desadaptativas con un alto costo para la salud. Las consecuencias no solo son cognitivas y emocionales, sino también el producto de una cascada de acontecimientos mediante los cuales la fisiología se perturba de manera muy significativa”.
Según el especialista, la soledad (especialmente la “percibida”; es decir, que es independiente de la cantidad de personas que nos rodean y que está determinada por la profundidad y calidad del vínculo) no solo altera el comportamiento, sino que también modifica las hormonas del estrés, la función inmune y cardiovascular. La persistencia de estos cambios es señalada en numerosas investigaciones como causa de morbilidad y mortalidad temprana. Tiene un impacto comparable con fumar 15 cigarrillos al día: podría incrementar el riesgo de muerte prematura en un 26%. Esto se debe en parte a que aumenta la producción de la hormona del estrés (cortisol), que suprime el sistema inmunitario.
Por eso, para evitar malos tragos, Bahit recomienda “estar atentos a síntomas que pudieran aparecer sobre todo en pacientes hipertensos o diabéticos, y si no ceden o se detecta algún signo de alarma concurrir a una guardia”.
Alberto Alves de Lima, director del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires, aconseja prestar atención al calor, y también a la postergación: “Muchas veces, para no molestar a la familia, los pacientes deciden dejar la consulta para después”, dice.
Tartaglione recomienda “no mirar noticieros si no hacen bien y no escatimar en abrazos”.
Y concluye Richly: “En el fondo, tal vez sea bueno recordar que las Fiestas, más allá del significado religioso o cultural, pueden ser una buena excusa para reencontrarnos con las personas que queremos. Y eso, a veces, puede ser solo con nosotros mismos...”.
LA NACION30 Dec 2019Nora Bär